(del laberinto al treinta)


jueves, 21 de diciembre de 2017

OPERACIÓN SALVAR AL #ABUELITONACI

Continúa —impasible el ademán— la campaña de los nietos de los #abuelitosnacis para limpiarles la roja sangre que les salpicó las camisas azules, verde caqui o verde oliva en el genocidio que perpetraron y que puedan pasar ejerciendo de peluches familiares para varias generaciones de #nietosdenacis más.

Ya el otro día me hacía eco de cómo el boletín oficial de la Asociación de Cordobeses con #abuelitosnacis, el Acorazado AWC, y su aspirante a sucederle cuando quiebre, la Hojilla Parroquial, ponía a su mercenariado artillero a disparar contra la Comisión municipal de la Memoria Histórica, creada con el loable fin de hacer cumplir la Ley del mismo nombre, y su lista de 15 nombres (faltan aún 5 ó 6 más para ser del todo completa) de los de criminales fascistas que emporcan aún, a estas alturas del siglo XXI, nuestras esquinas. Ayer también salió la noticia en otro medio de que la Alcaldesa Marisuavona y su manijero el Tío Pamplinas están pensando en acortar simplemente los nombres pa disimular. Bueno, yo sólo estaría de acuerdo en eso para uno de ellos, el del Conde de Vallellano, del que no me importaría que se acortara el enunciado lo suficiente como para que pasase a llamarse Avenida del Ano, en honor al pestazo que el nombre ha dejado durante tantas décadas y a que aún conserva en ella el monumento de Exaltación a la Cruzada.

Ayer en una red social también el dueño de CORDOBAPEDIA —un verdadero franquismiquis adorador del alcalde falangista Cruz Conde a quien pretende que se le levante estatua— pedía pruebas de que hubiera que quitar el nombre a la calle y al colegio que llevan ignominosamente los del #genocidadepeluche Rey Díaz, cuando en esa publicación de la que es propietario se dice —recogido de la prensa del momento— en el epígrafe correspondiente, que fue nombrado el 25 de julio de 1936 JEFE LOCAL DE LA SUBDELEGACIÓN DE PRENSA Y PROPAGANDA, es decir responsable último de la brutal represión que sufrieron los periodistas de la ciudad y que culminó días después con el fusilamiento del director y varios empleados del diario LA VOZ.

Hoy le ha tocado, desde las mismas páginas del Acorazado AWC, a un historiador aficionado, Patricio Hidalgo, militar retirado, que practica desde hace años en su página web el bonito deporte de la equiparación de víctimas, sean estos militares profesionales felones caídos en combate o trabajadores asesinados a sangre fría con las manos atadas a la espalda a la vera de la fosa donde serían malarrojados. No voy a quitarle méritos como investigador en los archivos de muchos lugares, aunque siempre, siempre, siempre con el punto en el entrecejo de considerar legítimo el golpe de estado del contubernio burgueso-eclesiástico-militar que, ¡cachis en la mar!, se les fue de las manos a los perpetradores. Los #abuelitosnacis de peluche a los que hay que rescatar de las malas lenguas de los rojos resentidos y malos perdedores de guerras civiles.

No voy a entrar en las dos cataplasmas que suelta al principio del artículo sobre la diferencia entre memoria e historia, ni en las sucias sospechas de turbiedad que lanza sobre el catedrático Barragán y otros profesionales que han conformado la comisión. Porque como de lo que trata es de limpiar el honor de un compañero suyo de armas de esos turbios y resentidos memorialistas, iré directamente a su defensa del personaje.

La base de su defensa radica en que el rejoneador Antonio Cañero no fue de los que acudieron al cuartel de Artillería, sedientos de sangre obrera y republicana, a sumarse inmediatamente al golpe de estado, pero no dejó de cumplir con su obligación (con su sentido del honor de militar en la reserva) unos días más tarde haciéndolo ante la autoridad militar superior pertinente. ¿A la autoridad legítimamente constituida por el gobierno legítimamente elegido por la mayoría de los ciudadanos? No, hombre, se presentó a la autoridad delincuente que criminalmente estaba usurpando esa legitimidad. O sea, se presentó a ponerse al servicio de unos delincuentes, de unos criminales. El problema de Hidalgo es considerar que desde el mismo momento del golpe los que lo perpetraron, especialmente los militares, no perdieron su honor, sino que se lo reciclaron, no se convirtieron automáticamente en deshonrados delincuentes, sino en militares que se enfrentaban a otros militares en una guerra. Y que nada de lo que ocurrió después, genocidio, asesinatos más o menos selectivos en ambas zonas, guerra ya entre un ejército representante de la legalidad y otro convertido en una banda de facinerosos con honor de facinerosos, fue estricta responsabilidad suya. Pero la única incontrovertible verdad histórica (no memorialística) es que si Cañero se puso siguiendo los dictados del que consideraba su honor militar al servicio de unos criminales, se convierte automáticamente en un criminal.

En la segunda parte de su defensa, en la que desciende a detalles concretos de las acciones del rejoneador fascista, es cuando el historiador amateur se lanza definitivamente al charco de la desvergüenza.

Lo primero que hay que reiterarle -una y mil veces- al equidistantista exmilitar metido a historiador es que si Cañero se puso voluntariamente al servicio de la autoridad delincuente se convirtió en un delincuente él mismo. Lo segundo es que en Córdoba y los pueblos cercanos no hubo guerra, aunque los militares felonistas así lo consideren: sólo hubo represión. A los militares como nuestro historiador les gusta considerar que aquellas acciones que emprendían las columnas de uniformados criminales contra los desarmados campesinos de la campiña cordobesa, contra los obreros que capturaban en sus propias casas de los barrios de la capital o contra aquellos que huían a la sierra para evitar ser asesinados por falangistas, militares y guardias civiles señalados tantas veces por los párrocos, eran heroicas acciones de guerra. No es de extrañar, el ejército español es probablemente el más incompetente del occidente europeo y cuenta con poquísimas glorias de las que envanecerse: en 200 años sólo consiguió victorias (y a duras penas) contra cabileños descalzos, obreros desarmados o, con la abrumadora ayuda de las dos maquinarias bélicas más importantes de Europa, la fascista italiana y la nazi alemana, contra el puñado de sus compañeros de armas decentes que fueron capaces de resistir heroicamente tres años sin más ayuda que la de varios miles de voluntarios extranjeros. No es de extrañar que, teniendo el listón de la gloria tan bajo, se envanezcan de la hazaña de impedir con sus acciones que las mujeres de los obreros huidos les llevaran alimentos a la sierra donde andaban escondidos como hacía el valiente capitán Cañero… El ejército español siempre se movió mejor entre las labores represivas que entre las estrictamente bélicas, en las que casi siempre acababa breao.

Lo tercero es que en su afán de separar memoria e historia mete la pata hasta las jingles… Por mucho que trate de intoxicar con la vieja —y hace años desmontada— leyenda de Manolete en Badajoz y el avioncito de marras de la calle Nueva, luego va y aporta estúpidamente las propias pruebas documentales de la condición criminal del rejoneador fascista poniendo LAS COSAS... verdaderamente EN SU SITIO: la propia HOJA DE SERVICIOS en la que consta de forma clara y meridiana que formó parte de una columna de caballistas que se dedicó a capturar obreros desarmados en la sierra y a conducirlos a Córdoba PARA QUE SUS CORRELIGIONARIOS FASCISTAS LOS FUSILASEN. Nuestro querido abrillantador del honor de militares genocidas pone como potentísima prueba de que no era tan malo —y por tanto inmerecedor de que se le retiren los honores callejeros— el que en esa hoja de servicios no constaba que hubiera matado él mismo a ninguno de esos prisioneros (obreros desarmados no se olvide) a los que conducía maniatados en cuerdas y a los que paseaba triunfalmente por las calles de la ciudad como escarmiento para los demás trabajadores: inútil que tratéis de escapar, malditos rojos, el valiente capitán Cañero os traerá así de vuelta para que seáis convenientemente fusilados. Igual fue por pura disciplina, igual la orden que tenía era la de llevarlos para que los fusilasen. Y su honor militar de obediencia estricta, lo primero. Lástima que a quienes obedecía el valiente capitán ya no eran militares, sino una banda de forajidos, fuera de la ley, secuestradores, ladrones y criminales sin escrúpulos. Y él mismo, exactamente igual, autodeshonrado como militar y convertido en un represor de la peor especie. Una verdadera alimaña irrecuperable desde cualquier punto de la decencia para la memoria y la historia de la ciudad. Uno más de los #abuelitosnacis de peluche que la burguesía franquista cordobesa pretende legar a sus hijos y nietos como regalo de Reyes por muchos años y que todos juntos puedan seguir cantando en el calor de los hogares de las familias bien cordobesas o en el Salón de los Espejos del Casino Círculo de la Amistad el villancico familiar:

¡Nuestros #abuelitosnacis se dirigen al Portal

para llevar a don Bruno su lista de fusilar!

Por cierto, ya va siendo hora de que alguien cuente que la cesión de los terrenos que hizo el rejoneador fascista para que se construyera el barrio para pobres que hoy lleva su nombre no fue un asunto totalmente altruista. Hoy se sabe que con aquella cesión consiguió una fuerte revalorización de los terrenos que también poseía al otro lado de la carretera de Madrid es decir, la huerta de la Viñuela y los lotes que aún conservaba en la huerta de Frías. Ojo de lince el de quien previó lo poco que se tardaría en comenzar la urbanización de esas zonas tras la construcción de aquella barriada y su cercanía con el casco histórico. Lástima que la diñara antes de ver el negociete consumado. Eso sí, confortado por los auxilios del obispo nazi Fray Albino que le consiguió una parcelita a la vera del Creadorísimo.

domingo, 17 de diciembre de 2017

Prensa ANTISISTEMA cordobesa

Ya sé que no debo esperar nada de gente que se siente cómoda, muy cómoda, ganándose la vida como juntaletras en un diario que fue uno de los puntales del régimen genocida franquista y que felicitaba en portada por su cumpleaños a Hitler, como el ABC, o en otro, como el Diario CÓRDOBA, hasta ayer mismo Prensa del Movimiento, que ha tenido el santísimo cuajo de celebrar recientemente el 75 aniversario de la legalización a punta de pistola del robo del edificio y de las rotativas confiscadas a su antecesor y del crimen con el que los nuevos dueños de camisa nueva que tú bordaste en rojo ayer sellaron ese acceso a la propiedad: el fusilamiento del anterior director, de un redactor y de un linotipista.

Y además debería considerar el hecho de que con algo hay que ganarse la vida incluso de esa manera y en esos medios. Pero la dignidad y la almendrita moral de la venalidad tienen sus límites. Y en esos dos medios cordobeses la mayoría de sus plantillas con mando informativo y sus columnistas asociados componen una bonita horda de defecadores en los principios básicos deontológicos de la profesión —o afición en el caso de los columnistas— que profesan. Unos porque se sienten superagusto en esos medios de ADN fascista sin reciclar y otros por esfuerzo, yihad, en el acomodo a los deseos e intereses de quienes les pagan los colegios privados de los niños. Por eso no tienen ningún empacho en convertirse en ANTISISTEMAS o en lo que haga falta cuando les tocan un rizo de las células de ese ADN fascista que los constituye orgullosamente.

Lo acaban de demostrar estos días con el tema de la decisión municipal de hacer cumplir de una puñetera vez la Ley de Memoria Histórica emitida por el Parlamento de Andalucía y, por tanto, de obligado cumplimiento para todos los ayuntamientos andaluces. Para determinar qué nombres son los que hay que eliminar, nombres pertenecientes a gente tan involucrada en el genocidio que las propias autoridades genocidas consideraron su mérito suficiente para ello, se convocó una comisión formada por colectivos ciudadanos y expertos historiadores. El veredicto ha sido muy limitado: 15 nombres de los al menos 20 que aún perviven en el callejero.

Pues bien, desde hace una semana ambas publicaciones han organizado una campaña para tratar de torpedear el cumplimiento de la ley. O sea, a ejercer de ANTISISTEMAS. Han transigido con un puñado de nombres de fascistas menores (si eso existe), que ejercieron cargos en el régimen genocida, como secretarios provinciales del Movimiento, depuradores de periodistas y maestros y ensalzadores de la Cruzada, etc. Que los quiten si quieren, total no los conocía ni dios… Ahora tocar a sus grandes mitos locales… Eso ni hablar. Cuando le ha tocado a la calle José Cruz Conde, esa inconmensurable vergüenza que arrastrábamos como la única capital de provincia española cuya calle principal estaba rotulada con el nombre del cacique que organizó el golpe militar devenido en pocos días genocidio a nivel local, o al rejoneador criminal Cañero, un mito en el repugnante mundo taurino local, a Vallellano, un falso conde ministro de Franco y emparentado con la dinastía de caciques falangistas locales y a Pemán, el deleznable escritor y creador del sistema educativo nacionalcatólico franquista, han tratado de poner pie en pared. Y para ello han tratado de intoxicar el asunto exigiendo democracia. Ellos. Pa mearse y no echar gota. Y como buena casta podrida que son la democracia que exigen es igualmente podrida. O sea, están exigiendo que el cumplimiento de la ley se someta a referéndum. Y que sean los vecinos de las calles que han de cumplir la ley los que decidan si se cumple o no esa ley de obligado cumplimiento. Ellos que siempre tienen la ley y el orden en la punta de la espada. El caso más repugnante ha sido el denunciado por PARADIGMA, un medio completamente desvinculado del poder fascio-burgués local: el de dos redactores del ABC que han sido capaces de firmar un titular que rezaba LOS VECINOS DE CRUZ CONDE, CAÑERO Y VALLELLANO, EN CONTRA DE CAMBIAR DE NOMBRE SUS CALLES tras preguntar a sólo cinco de ellos. A sólo cinco vecinos. El que estos sujetos sean capaces de cagarse minuciosamente en la deontología de la otrora noble profesión periodística sin despeinarse sólo habla de los niveles de putrefacción que aquella está alcanzando en estos días.

Pero el problema de verdad no son ellos, que al fin y al cabo sólo son dos pobres desgraciaos que viven de lo que le pagan los que mandan hasta que manden otra cosa. El problema de esta ciudad y de esos medios de comunicación podridos es que en el fondo sigue mandando sobre ella y sobre ellos, mandando de verdad, el poder poderoso a la sombra, la misma casta burguesa que cometió el genocidio. En esta ciudad, los dueños de los resortes políticos, sociales y económicos siguen siendo el mismo cogollito de familias cordobesas que necesitaron que les fusilaran 5.000 de sus vecinos para quedarse cómodos y poder mandar a gusto sin que su proletariado le levantara de nuevo la voz. Los apellidos, los bufetes, las togas, los uniformes, las empresas, las canonjías no engañan. Aunque ahora se travistan de Sociedades Anónimas. Son los hijos y nietos, que no tuvieron que heredar las culpas de sus papis y abuelitos asesinos y ladrones, pero que tampoco tuvieron empacho en heredar su patrimonio, conservándolo y disfrutándolo durante 80 años a tuti plen mientras las viudas y los huérfanos de sus víctimas lloraban de dolor y de hambre. Los que no han consentido durante los últimos cuarenta años, con la inestimable ayuda de sus primos progres los pesoeístas —húrguense también en algunos apellidos— que se hiciera al menos la justicia de devolver los cuerpos de los muertos a sus familiares. Son ellos los que tienen comprados a los medios tradicionales cordobeses, unos medios absolutamente deficitarios pero que son mantenidos de diversas formas porque cumplen ese servicio. Afortunadamente la prensa en papel servil tiene los días contados y cuando todos esos lacayos vayan a la calle a algunos nos darán la misma pena que la que nos ha dado los dos desahuciadores profesionales esos que han sido despedidos por sus empresas por hacer el payaso empolvados en un video.

Y la Iglesia, con su ejército de disciplinados cofrades, que incluso llegó a ser la dueña absoluta de la ciudad durante 30 años. Y hay quien piensa que lo sigue siendo. Si no, no se explica que la línea roja del cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica se quede justo a sus pies. Es posible que finalmente se cambien esos nombres. Será doloroso para los fascistas, pero lampedusianos ellos, ya se adaptarán, porque algo, y más si es sólo simbólico, hay que ceder para que nada en el fondo cambie. Pero a los símbolos de la Iglesia, por muy canallas que sean, no se les toca. Fray Albino no ha aparecido en la lista. Y si hay un sujeto digno de desaparecer de cualquier lugar honorífico en esta ciudad es el obispo nazi.

Y ya que en este país y en esta ciudad no hay vergüenza suficiente para denunciar los honores que cada día se le profesan (¡¡¡incluso en un colegio público!!!) en las esquinas cordobesas a quien colaborara en el golpe de estado en Tenerife, bendijera los fusilamientos masivos de republicanos, y por tanto bendijera el genocidio, ensalzara hasta el vómito al Caudillo y siendo confesor del mismo le perdonara los pecadillos, tal vez va siendo hora de pedir ayuda a instancias también muy poderosas, con frecuencia más poderosas aún que la Santa Madre Iglesia. Y no estaría mal hacerlo con el Congreso Mundial Judío, el organismo sionista que vela porque el antisemitismo esté permanentemente vigilado y sea castigado convenientemente en todo el mundo. Teniendo en cuenta que el obispo cultivó los presupuestos ideológicos de la Solución Final y del Holocausto y lo dejó convenientemente consignado en sus escritos desde sus tiempos de estudiante en Teología en Alemania, es probable que una buena amenaza de anatemizar Córdoba como destino turístico judío, desbarate las políticas que llevan a cabo ciertas oficinas municipales de acercamiento a la entidad sionista para captar sus indecentes dinerales, si se persiste en el error de mantener tan visiblemente homenajeado a quien llegó a decir que los judíos eran absurdos y blasfemos seguidores del Talmud que aspiran a la dominación universal mediante la aniquilación de los cristianos, en cuyas manos está el capitalismo con el que financió al separatismo, las revoluciones y las propagandas antiespañolas.