(del laberinto al treinta)


jueves, 9 de mayo de 2013

El misterio del desagüe califal desaparecido

A partir de ahora y por un tiempo iré entremezclando entre mis post propios algunos de los que mis colegas de La Colleja colgaron en ella y que considero de especial interés para que no se pierdan. Es el caso el articulazo que se cascó Acisclo Lupiáñez denunciando la misteriosa desaparición de un acueducto califal de la orilla del Guadalquivir.

Acisclo Lupiáñez. La Colleja. 11 de abril de 2013

El desagüe califal en una imagen de hace aproximadamente dos años

Desde hacía aproximadamente 1000 años, décadas arriba / décadas abajo, las aguas del llamado Arroyo del Moro, tras lamer los pies de toda la muralla de poniente de la ciudad de Córdoba a la que servió de foso durante siglos y pasar finalmente bajo un puente de la misma época que permitía atravesarlo y sobre  el que discurría el camino califal de Medina Azahara, desembocaba limpiamente en el Guadalquivir a través de un desagüe construido con las depuradas técnicas que caracterizaron las obras públicas de la era andalusi: con perfectos sillares de calcarenita. Un califa, probablemente Alhakam II lo ordenó, un visir mandó cumplir su orden, un zalmedina se encargó de proveer lo necesario, un ingeniero andalusí al servicio del bien público de la ciudad lo diseñó y supervisó la obra y una brigada de diestros operarios locales lo construyó con eficacia, amor y sentido del deber para que perdurara por los siglos de los siglos cumpliendo limpiamente la misión que se le había encomendado: encauzar el agua del arroyo impidiendo su desbordamiento en épocas de lluvias por obstrucción.

Durante 1000 años la zona soportó tremendas riadas, guerras, asedios, nefastas políticas urbanísticas y expolios, pero el humilde pero sólido desagüe califal se mantuvo orgullosamente intacto cumpliendo impertérrito su higiénico cometido. Incluso soportó la construcción a cinco metros exactos de su boca de los colosales pilares del Puente Nuevo en los años 50 del siglo XX. Todos aquellos que intervinieron en su construcción en la época en que esta ciudad, según kikiriquean sin desmayo sus gallitos de pelado pescuezo cultural a sueldo, fue la mayor y más hermosa del mundo, podrían sentirse tan orgullosos de su pequeña obra como lo estarían de la propia Mezquita Mayor.

Pero los orgullos históricos muchas veces no cuentan con la potente capacidad de corrosión de la estupidez humana, de los pequeños, dañinos y mezquinos estúpidos que heredan las grandes o pequeñas obras que les legaron sus sabios antecesores. Y así, desde hace un año el milenario, sólido, hermoso, estructuralmente perfecto desagüe califal ha desaparecido de la vista de los humanos locales y forasteros sustituido por una obra de idéntica funcionalidad pero de adocenados materiales industriales contemporáneos.

Lo descubrí hace unos meses cuando, encontrándome de paso por Córdoba, me acerqué a ver en qué situación había quedado tras las espectaculares subidas del nivel del río de los últimos años. Sentía un especial cariño por ese pequeño y desconocido monumento califal porque era uno de los secretos que mi profesor de Historia en el bachillerato compartía con algunos de nosotros, sus alumnos, allá por los años 60. De vez en cuando Don Pedro nos convocaba un domingo por la mañana en el Patio de los Naranjos y nos mostraba en variados recorridos temáticos retales de una Córdoba secreta, pequeños restos escondidos de pasados más o menos remotos que guardaban algún recuerdo de quienes los construyeron pero en los que casi nadie reparaba. Afortunadamente, nos decía. Porque si los encargados de velar por nuestro patrimonio se fijaran casualmente en ellos su sentencia de muerte o de transformación estaría firmada irremisiblemente.

Tras mi primera reacción de caída en lamentable estado de catatónico berrinche me puse a indagar entre los amigos que me quedan en la ciudad por si alguno supiera qué era exactamente lo que había ocurrido con el milenario desagüe. Al menos que fuera capaz de explicarme si había sido destruido o había sido enterrado en algún tramo de la nueva obra. Infructuosamente. Absolutamente ninguno sabía ni siquiera de la existencia de tal obra de ingeniería andalusi y ni siquiera de las nuevas obras de canalización. Las sospechas de destrucción completa se instalaron inquietantemente en mi mente tras comprobar que junto a la nueva obra se amontonaban un respetable número de piedras de inequívoca naturaleza calcarenítica que pudieran corresponder a los restos de los perfectos sillares califales. Tras hacer el correspondiente reportaje fotográfico me decidí a investigar en la red. Y afortunadamente he conseguido imágenes antiguas, de los años 50 del desagüe que había colgado en su magnífica página el bloguero y profundo conocedor de la ciudad Puerta de Osario en una entrada sobre la Puerta de los Sacos, e imágenes más recientes colgadas en la página de la Asociación de Educación Ambiental El Bosque Animado, precisamente en un seguimiento, cargado de preocupación, que hicieron de aquellas obras.

La destrucción del patrimonio histórico cordobés continúa su imparable camino hacia ¿la debacle final? Los tiempos que vivimos son extraños, revueltos, y los problemas sobrevenidos con la Gran Estafa Contemporánea a la que llaman Crisis ocultan que esa destrucción sistemática siempre fue endémica, como demostró Castilla del Pino en su famosísimo artículo de 1971, Apresúrese a ver Córdoba, en una ciudad que podría haber conseguido a nada que se hubiera pensado a sí misma con un mínimo de racionalidad, hubiera contado con la sensatez suficiente y unas autoridades auténticamente competentes unos niveles de rentabilidad cultural, moral y, sobre todo, económica, que muy pocas hubieran tenido la oportunidad de alcanzar. Y sin necesidad de proyecciones publicitarias tan absurdas, vacías y tramoyescas como la Capitalidad Cultural Europea, la Noche Blanca del Flamenco o la construcción de un Palacio de  los Sueños Congresísticos Rotos. Como escribió cierta vez mi amigo Manuel Harazem, esta ciudad tiró por el sumidero de la historia el 90% del petróleo arqueológico que una vez preñó su subsuelo y del que podría haber vivido desahogadamente mientras quedaran en el mundo personas fascinadas por la Historia y sus tesoros por apostar exclusivamente en su desarrollo por la cultura del ladrillo y la burbuja inmobiliaria que sólo han beneficiado a unos pocos espabilados y nos ha llevado al estado de penuria actual en el que actualmente vegetamos.

El caso del desagüe califal desaparecido acompaña otros casos de sangrante desidia cultural organizada que sufre esta ciudad en la gestión de sus recursos patrimoniales. Así como el proyecto de la ruta de los baños andalusíes, jamás puestos en valor, duerme el sueño de los justos, una ruta de la cultura del agua andalusí, que podría haber incluido el propio río, los acueductos, los molinos, la noria y el desagüe lista para ofertarse a los colegios como complemento de la formación de los estudiantes, a los locales amantes de su patrimonio y a los visitantes que vienen buscando en Córdoba lo que en ningún otro sitio del mundo existe, como tantos otros proyectos que la obtusa mente de nuestros políticos y técnicos culturales jamás supieron realizar, sólo son ya humo de delirio de unos pocos que una vez imaginamos que esta ciudad se merecía algo más que la triste suerte que le ha tocado rumiar probablemente para siempre.

El desagüe durante la construcción del Puente Nuevo (principios de los 50)

El desagüe en los años 60

Las obras de remodelación (¿ocultamiento?) o ¿destrucción? del desagüe califal

La obra terminada. Los nuevos desagües y ¿restos de sillares de calcarenita?

Tramo del desagüe correspondiente al interior del puente de la Puerta de los Sacos en la actualidad

lunes, 6 de mayo de 2013

LA COLLEJA echa el cierre

LA COLLEJA, la revista digital en la que he participado como socio fundador, miembro del consejo de redacción y articulista y que fuera responsable de que a veces mantuviera bastante abandonado este blog echa el cierre.

LA COLLEJA nació hace dos años. En el artículo que Don Hodierno (el redactor que corresponde al propio consejo de redacción de la publicación y que por tanto habla por todos) que cuelgo debajo está perfectamente explicada su génesis y su origen. Así que me los ahorro. Lo cierto es que en los últimos tiempos había bajado sensiblemente el nivel de participación de redactores por falta de tiempo en unos casos y de entusiasmo fruto de la frustración por la imposición de atroz realidad que nos constriñe en otros, lo que ha llevado a decidir su cierre. Una verdadera pena. Córdoba se queda sin la única tribuna realmente crítica, aleando la mordacidad y el gamberrismo cultural, de denuncia, con que contaba. El resto de las publicaciones colectivas de esta ciudad, digitales o analógicas son directamente inanes (la minoría) o completamente vendidas a las fuerzas oscuras del Capital y de la Iglesia la aplastante mayoría. Los casos individuales que puedan salvarse que se salven.

En esta ciudad hubo desde siempre un especial interés en que no hubiera un medio auténticamente de izquierdas y mucho menos auténticamente crítico con el Poder, en que Córdoba no dejara de ser La Feria de los Discretos con que genial y certerísimamente nos bautizó Baroja. Ese interés en mantener los niveles de discreción que conforman el auténtico carácter cordobés es patrimonio tanto de la derecha más o menos cerril como de la izquierda a la violeta que nos gobernó tras la marcha del ciclón Anguita. La revolución anguitiana, que removió por unos (escasos) años los cimientos éticos y culturales de la ciudad, fue subseguida inmediatamente por la contrarrevolución de ExtHerminio Trigo primero y la alianza monárquico-clerical-folklorista de la alcaldiosa Rosa Aguilar. Precisamente hoy alguien me recordaba cómo el hundimiento de La Voz de Córdoba (1981-1984) fue una jugada maestra del PSOE para cargarse el único medio auténticamente plural y crítico que hubo en la ciudad desde la II República para integrarlo en el que pretendía que fuera su portavoz local para perpetrar la Gran Traición neutralizando a las fuerzas progresistas del estado español, el que fuera diario del Movimiento, el Diario Córdoba. Luego la larga travesía del Desierto de la Discreción hasta que mediados los años centrales de los 2000 surgiera La Calleja de las Flores y a su cierre la Colleja, que cierra también ahora. Muchos lamentos he escuchado estos días, pero cuando estaba viva y coleando era cuando hubiera necesitado esa solidaridad que tantos ahora le muestran. Pero es lo que tiene pertenecer a Discreciolandia...

Como LA COLLEJA cerrará definitivamente y por ahora no se volcará su contenido copio y pego íntegramente la autonecrológica que se ha cascado Don Hodierno y que ha sido confeccionada colectivamente por el consejo de redacción. Como dice la nota final durante un tiempo estarán accesibles sus contenidos por si alguien quiere llevarse algo. La Colleja siempre fue de todos y para todos.

LA COLLEJA SE SUICIDA

Don Hodierno

La Colleja se suicida. Decidida y fatalmente. A la manera estoica. Anunciándolo y entre amigos. Y aprovecha para hacerlo la llegada del mes de mayo a Córdoba. No es casualidad: la orgía mayera cordobesa sube peligrosamente los niveles de lirismo chocarrero en sangre a prácticamente toda la población hasta extremos insoportables y La Colleja ya tenía la salud mu delicá. El florido mes que comienza ya tradicionalmente con un acto de guerracivilismo por ahora incruento desde que hace dos años los herederos del espíritu del Movimiento Nacional se hicieran con las riendas del gobierno municipal imponiendo conscientemente la coincidencia de la manifestación por antonomasia de la clase obrera con la manifestación por antonomasia de la clase tonta. La Marcha Sindical del 1 de Mayo con la Batalla de las Flores, ese arma de cretinización masiva, rancio invento de la burguesía ociosa cortijera de principios de siglo XX recuperada por el franquismo en sus años más negros y que representa lo más casposo del alma folklofriki cordobesa, acompañada más recientemente por la patética panda de verdiales que fue el equipo de la alcaldiosa excomunista y exdetodo, esa Desgracia. La prueba de que supone una declaración de hostilidad es que desde hacía un siglo se venía celebrando indubitablemente el primer domingo del mes hiperfestivo. De simple y tonta batalla de flores ha sido convertido por la caverna neofranquista en pura batalla de ideas, en las que éstas son las víctimas principales. Córdoba camina alegremente hacia la Edad del Desastre Tecnologizado que se avecina subida en una carroza de papel de colorines y cantando el Soy Cordobés con la vena del pescuezo hinchada, entre humazo de procesiones, marchas cofrades, millones de aguardentosas sevillanas y catas de cualquier cosa mientras el hambre y la exclusión social se van contagiando poco a poco de una familia a otra, de un barrio a otro, camino de convertirse sin resistencia en villas-miseria. Con verbena popular y Cruz de Mayo, faltaría más.

La Colleja nació hace dos años por voluntad de un grupo de amigos que quedaron huérfanos de medio de expresión tras el cierre de la mítica La Calleja de las Flores, probablemente el medio más cañero, crítico, mordaz y gamberro que ha parido esta ciudad desde los tiempos de la II República y en el que se acostumbraron a expresarse con total libertad. Por ello sufrió el inmisericorde rechazo de las fuerzas zombis cordobesas con el arma más peligrosa con que cuenta la ciudad feudo-medieval que resiste encastillada el asedio de la Ilustración: la discreción. Como ha continuado sufriendo su heredera La Colleja que ahora se quita hastiada de en medio. No en vano sigue enquistado en el cerebro de la población el recuerdo de los cuatro mil indiscretos fusilados en las tapias de los cementerios en el 36.

En estos dos años La Colleja ha tratado de insuflar algo de indiscreción en esta Feria de los Discretos que cuenta con la burguesía más estéril e inculta del Hemisferio Norte. En la que la que lo más parecido a un periodista de investigación es un periodoncista de Gibraleón y en la que la caverna franquista o ultraliberal dispone de todos los púlpitos mediáticos, de absolutamente todos, para lanzar a todas horas sus proclamas reaccionarias mientras la izquierda, que gobernó la ciudad durante treinta años, no ha sido capaz de crear ni un simple fanzin desde el que emitir ni la más simple de sus ideas. En la que la manifestación de entusiasmo cultural colectivo más importante de su historia reciente ha sido subir a diez mil exaltados paisanos con camisetas azules a gritar viva el salmorejo sobre el puente romano. En la que la Iglesia Católica, la mafia más antigua y dañina de la historia de la humanidad, ha dominado sus resortes económicos durante treinta años corrompiendo a la mitad de la población y cuyo poder en la sombra, tras llevarla a la ruina, sigue siendo superior a la que goza en cualquier otra ciudad. Una ciudad a la que esa misma Iglesia Católica ha robado con el mayor descaro la propiedad de su mayor tesoro patrimonial, la Mezquita, sin que a sus legítimos propietarios, los cordobeses parezca importarles una higa. En la que las únicas fuerzas vivas realmente visibles son las momificadas del agusanado mundo de las cofradías y el seborreico de las peñas. En las que las expectativas de desarrollo sólo pasan por vender a los forasteros la visita a unos patios convertidos en fenómenos de feria o Parque Temático Folclomoruno y en vías de morir aplastados por las masas de comedores de hamburguesas atraídos por la gratuidad. Una ciudad de la Andalucía interior cuyos implementaores económicos pretenden elevar el muy minoritario mundo de caballo, o sea (¡pobres caballos!),el mundo de los señoritos y la secular explotación del campesinado a símbolo local, para en realidad proveer negocio exclusivo para ellos. En la que casi gana las elecciones un más que presunto polidelincuente, un individuo más corrupto que la sentina de un mierdero y que se jacta de no haber leído un libro en su puta vida para corroborar aquella copla tan graciosa de Córdoba la bravía / que entre antiguas y modernas / tiene más de mil tabernas / y una sola librería. En la que el representante de diez mil cordobeses afirma sin pestañear y sin asomo de ironía que las peñas son los lugares donde se refugian los hombres cuando son expulsados por sus mujeres de sus casas para que no pisen el suelo mientras friegan. En fin... una ciudad completamente fracasada habiendo tenido bastantes más oportunidades que otras para haberse provisto de corazas racionales con que resistir el atroz mundo que se avecina.

Pero lo más importante es que creemos que hemos aportado, como en su día lo hicieran algunos de nuestros colaboradores en La Calleja de las Flores, muy interesantes datos sobre la historia de la ciudad, la mayoría desconocidos para los erudos y eruditos locales, como cuando el profesor Lupiáñez nos desveló el secreto de los cojones momificados de Ambrosio de Morales, rescató un perdido romance a Góngora dedicado o sembró razonables dudas sobre la nacencia de Séneca. O Aristóbulo y su descubrimiento de la puerta Piscatoria romana en el muro de un bar de la Judería. O los penetrantes aportes al conocimiento de la idiosincracia de la ciudad actual: las certeras denuncias de David, el olfato político de Marti Julbe, la furia de Manolo Harazem contra la caspa y la carcunda clerical o denunciando atropellos arqueológicos. Y muchos de ellos han sido recogidos cuando no directamente fusilados por la prensa oficial. Sin jamás dignarse nombrar el medio de origen. Como si La Colleja tuviera la peste. Que la tiene para ellos. O los montajes de Mr. Parkingson y su premonitoria sección Futurama y las denuncias de fartusquidad de nuestros más preclaros prohombres locales que llevaron a cabo colegiadamente él y Harazem y cuya certera puntería llevó a cierta sabandista o periodija con guarida en el mechinal abecedario a amenazarnos en un burrofax con mandarnos una jauría de abogados. Una medalla que llevamos desde entonces con orgullo.

La Colleja cierra para no tener que seguir hablando en el desierto de la discreción de la brutal decadencia de esta ciudad que tiró hace dos días su futuro por la borda destruyendo lo mejor de su patrimonio histórico y arqueológico, gastando todas sus energías, económicas y sociales en absurdos proyectos faraónicos de aterradora insolvencia real y moral por culpa de la infeliz conjunción de una de las castas políticas locales más estúpidas del estado español, que ya es decir. Una ciudad en la que cada vez más se oferta al populacho adocenado más circenses y menos panem. Una ciudad muy, muy hermosa, pero sin seso, como descubrió la zorra en el busto. Más tonta que el que asó la manteca o que Abundio, que vendió el coche pa comprar la gasolina.

Adios, Córdoba, buen viaje al Tercer Mundo. Cuando llegues al nivel de Cochabamba escribe, en caso de que aún sepas hacerlo.

 

A los que nos siguieron, a los que nos disfrutaron, a los que nos comentaron desde el disentimiento o el aplauso…

GRACIAS

A los discretos que se mordieron la lengua y a los chungos que nos torpedearon:

QUE OS JODAN

NOTA FINAL: MIENTRAS EL SERVIDOR NOS DESCONECTA DEL PULMÓN ARTIFICIAL PODÉIS ENTRAR Y RECOGER LO QUE SEA VUESTRO Y LO QUE NO TAMBIÉN. PORQUE LUEGO DESAPARECERÁ PARA SIEMPRE.