(del laberinto al treinta)


jueves, 19 de noviembre de 2009

Indigestión de atún

Todos sabemos que la ensalada con atún Calvo esta riquísima y que incluso solo con tomate hace unos bacatas exquisitos, pero ello no debería cegarnos la racionalidad. Ayer, adrede, estuve viendo un par de debates televisivos sobre el tema del secuestro y nadie, absolutamente ninguno de los contertulios intentó llevar el asunto por algún que otro derrotero que pusiera mínimamente en cuestión el derecho de determinadas empresas con sede en los países industrializados, aunque sea con bandera de paraísos piratas fiscales para estafar a sus conciudadanos con la aquiescencia de sus gobiernos, a seguir explotando las riquezas naturales de los países mantenidos intencionadamente en la pobreza para ello. Tampoco hoy la prensa, ninguna, enfoca el asunto desde ese punto de vista. Una verdadera omertà. No me voy a extender en detalles que están perfectamente desgranados en varios lugares, por ejemplo en Joaquín Sempere, Hernán Zin y en los dos magníficos post publicados recientemente por Lansky en su blog y que viniendo de quien vienen son absolutamente dignos de crédito. Yo también le dediqué un post al asunto antes de la captura del Alakrana. Sólo voy a recoger un llamamiento que hace Lansky al final del segundo de sus post con el siempre incisivo lema de NO EN MI NOMBRE. No al que llama neocolonialismo ecológico militarizado.

Pero hay otro punto sobre el que me gustaría reflexionar y es el de las armas de fuego, cuyos fabricantes están principalmente en los países desarrollados siendo sus principales clientes ejércitos, delincuentes y guerrilleros de los no desarrollados. España sin ir más lejos es el principal suministrador de los cientos de miles de pistolas con los que se matan en las favelas de Río de Janeiro. Un negocio redondo para los industriales y los estados de los países ricos: inundar de armas un país pobre para que sus habitantes se maten entre ellos o sirvan para asesinar a quienes se resistan a ser explotados por las delegaciones de las multinacionales. El horror sin embargo sólo asalta a los proveedores cuando los negros usan esas mismas armas contra los propios blancos que se las suministran.

Eso es lo que ha ocurrido en Somalia. La ingente cantidad de armamento con que los proveedores occidentales han inundado a un país en el que lo que de verdad hace falta es comida se ha vuelto contra el buen blanco.

La pena es que siempre son los mismos los que mueren o son asaltados. Los pobres. En este caso los marineros que por sueldos de miseria son explotados y enviados a los infiernos periféricos por armadores piratas. Los verdaderos piratas de esta historia.