(del laberinto al treinta)


sábado, 20 de diciembre de 2008

KASHAN, ROSAS EN EL DESIERTO

FICHA TÉCNICA DEL VIAJE


Nana interpretada por la Jahle Band, formada por esclavos libertos negros que viven en la costa sur de Irán (Del disco The Rough Guide To The Music Of Iran).



kashan



Kashan es famosa por sus rosas y por la industria derivada de su cultivo. En primavera hay un festival en el que se premia las mejores elaboraciones de productos con ellas fabricados, agua de rosas sobre todo. Nosotros vinimos en otoño, pero las botellas de agua de rosas se encuentran por doquier y su olor se percibe constantemente a la mínima que uno se fije.

Es en sí misma una ciudad muy interesante, aunque sumamente aburrida. Ya dije en la entrada anterior que los restaurantes y cafés en su perímetro urbano son una rareza. En realidad lo son en todo el país, sobre todo en los lugares menos turísticos, debido al brutal recorte de libertades a que está sometido por parte del ominoso régimen teocrático. Ya contaré más adelante cómo han perseguido, lógicamente sin todo el éxito deseado, cualquier forma de esparcimiento, cualquier posibilidad de relaciones sociales que no sean las estrictamente religiosas, las que se celebran en la mezquita. Ello ha hecho que la vida social se retire a las casas. O pasear por el bazar, la calle o el centro comercial moderno (si lo hay), hacer picnic a la vista de todo el mundo o encerrarse en casa a ver cine prohibido, a escuchar música prohibida, a conectarse a canales prohibidos mediante las prohibidas parabólicas camufladas en las terrazas interiores, posiblemente también prohibidas. Pero fue en Kashan donde más sentimos esa atmósfera espesa y gris de la dictadura.



calle de kashan



De todas formas el último día descubrimos que existe una zona de jolgorio a la iraní en la ciudad. El problema es que está a varios kilómetros. Unos 7, aunque el acceso es fácil porque son continuas las salidas y llegadas de autobuses y taxis colectivos. Se trata de la zona donde se asienta uno de los jardines más hermosos de Irán, país de jardines hermosos. Los Bagh-e Fin (Jardines Fin). A los largo de los últmos 100 mts de la carretera que lleva hasta la puerta se suceden los restaurantes típicos iraníes, en los que por la noche se juntan cientos de familias a comer los inevitables kebabs sobre las altas plataformas alfombradas que son la forma tradicional de mesa para los persas. Como nosotros fuimos a media mañana, los restaurantes estaban vacíos, aunque un vistazo a un par de cartas nos convencieron de que realmente la variedad gastronómica no es lo que busca un persa cuando sale de su casa a comer: kebabs, arroz y ensalada, ensalada, arroz y kebab, arroz, kebab y ensalada... Nos hubiera gustado haber venido a cenar de todas formas alguna noche, pero al final no pudo ser.



en el autobus kashanjardines fin



Para llegar a los Jardines nos dirigimos a pillar un taxi a la esquina de la avenida Amir Kabir con plaza Imam Hossein de donde parte la carretera que lleva a los Jardines, con la suerte de que en ese momento paraba en ella un autobús urbano con destino a ellos. Me subí yo por la parte delantera y C. por la trasera, que daba acceso a la zona exclusiva y obligatoria de mujeres, y al requerirle al conductor el cobro del billete me conminó a que pasara. Una vez que comenzó a andar el autobús pregunté a unos estudiantes por el mecanismo de pago y me indicaron que tenía que tenía que haberlo comprado fuera, en un lugar que no conseguí averiguar. Llamé a C., que, probablemente rompiendo las normas se colocó para hablar conmigo en el límite de lo permitido y le conté el asunto. Hicimos unas risas con la posibilidad de que nos detuvieran por estafa al estado islámico y acabáramos en las indudablemente siniestras mazmorras de los mullahs. Los estudiantes por supuesto aprovecharon para pegar hebra y practicar el inglés, aunque se dirigieron exclusivamente a mí y nunca a C. Yo, por supuesto aproveché también para practicar mi precarísmo persa, con el previsible descojone del respetable.

Los jardines son realmente hermosos, con una abundancia de agua realmente asombrosa teniendo en cuenta que la ciudad es realmente un oasis. Ya hablaré en su momento sobre las increíbles obras hidráulicas que han permitido desde hace milenios llevar el agua de donde la hay en las montañas del norte hasta las ciudades-oasis del sur incrustadas en pleno corazón del desierto. Consta de varios pabellones unidos por estanques y corrientes de agua que corren entre los setos y bajo un espeso arbolado. Aquí fue desterrado el visir Amir Kabir, el modernizador del estado persa, y en uno de sus pabellones asesinado (1852) por orden de la madre del Sha. Una rocambolesca historia digna de conocerse. En la pequeña tienda oficial del complejo vendían un fascinante surtido de facsímiles de páginas de Coranes antiguos de distinto estilo caligráfico, muy conseguidos. Sólo compré dos (4 € cada uno) pensando que encontraría más al lo largo del viaje. Pero no fue así y desde entonces me estoy arrepintiendo.



página del coran



La vuelta del jardín la volvimos a hacer en autobús. Nos dirijimos al kioskillo donde se vendían los billetes según las indicaciones de unos vendedores de suvenirs a quienes preguntamos pero las ventanillas estaban cerradas y dentro no había nadie. De nuevo fuimos socorridos por una panda de estudiantes que nos abordaron para practicar su inglés y curiosear sobre nosotros. Tras algunas cuchufletas nos invitaron a subir sin billete y una vez dentro nos dieron, sin aceptar que se lo pagásemos, unos de los suyos, que había que dar al conductor a la salida. Yo me quedé con los estudiantes charlando amenamente sin entendernos absolutamente nada en la parte de los hombres y C. se sentó en la parte de las mujeres sin tiempo para aburrirse porque en la primera parada se subió todo un colegio de chicas que la rodearon inmediatamente. Yo la veía reírse sin parar en medio de una ensordecedora algarabía y tratar de convencerlas de que practicaran su inglés una a una, aunque lo del idioma se trataba sólo de una excusa para manosearla y curiosear a placer con una guiri que se dejaba capturar mansamente en su autobús.

La idea primera era apearnos a mitad de camino para visitar la imamzadeh (mezquita que contiene la tumba de un santo) de Abu Lolua, pero con el cachucheo de los estudiantes decidimos pasar y regresar en otra ocasión, cosa que al final, lamentablemente, no hicimos. La tumba no parece tener en sí misma demasiado interés, aparte de la azulejeada cúpula cónica típica de Kashan, pero el personaje enterrado es todo un mito en el Islam y una de las piedras de toque del odio entre chiíes y sunníes, pues se trata del asesino del califa Omar. Las versiones, o más bien las leyendas sobre su figura y los hechos son muy contradictorias. En la wikipedia en inglés he encontrado un artículo que refleja esas contradicciones. A mí no es que el segundo califa del Islam no me pareciera un personaje lo suficientemente atroz como para merecer una muerte así, teniendo en cuenta que la leyenda le atribuye la orden de quemar la Biblioteca de Alejandría y la emisión de la frase famosa sobre que si un libro contradice al Corán es perverso y si no, innecesario, una de las perlas oscurantistas más venenosas de la historia de la infamia humana, pero desde luego santificar al navajero que le endiñó las puñaladas en plena calle me parece un puro fruto de la intrínseca perversidad o estupidez de las religiones organizadas. Los sunnitas lo odian y los chiítas lo veneran como santo, por la misma razón asesina.

Aunque la ciudad de Kashan, siendo de las mismas características, no cuenta con un casco antiguo tan bien (relativamente) conservado como la de Yazd sí que cuenta con un rosario de monumentos muy interesantes, tanto religiosos como civiles.



niños de kashanla chicas del bus



Varias casas-palacio muy bien restauradas o en proceso son visitables, así como un precioso hammam, mezquitas, medersas y una extrañísima estructura circular que fue un día una alcazaba del siglo XI.

Las casas (Ameriha, Tabatabei, Burujerdi y Abbasian) están agrupadas todas muy cerca unas de otras, en el sector suroeste del casco y se trata de palacetes de ricos comerciantes del siglo XIX. Su visita nos deparó momentos muy agradables disfrutando prácticamente en soledad del lujo oriental tanto decorativo como estructural en el que vivían (y deben seguir viviendo) los muy ricos, paseando por patios refrescados por serenos estanques o contemplándolos desde los preciosos pabellones que los enmarcan.



palacete de kashanhammam del sultan mir ahmad en kashan


El hammam del Sultán Mir Ahmad (s. XVIII) podría por sí solo justificar una visita a Kashan. Está recién restaurado, muy bien por cierto, y en su sala principal se ha abierto una casa de té, aunque la entrada al monumento ya de por sí es de pago. Disfrutar de un té o un café acostado en los divanes alfombrados bajo la luz tamizada de la cúpula es una experiencia mágica. Un increíble laberinto de salas de diferentes tamaños y funciones, a cual más fascinante, de lo que debió ser un enorme baño público, decoradas con motivos florales en un material especial llamado sarough, una mezcla de leche, cáscara de huevo blanco, harina de soja y lima, que según las explicaciones de la Lonely Planet consigue una dureza superior a la del cemento.



hammam



El edificio religioso más interesante de Kashan es la medersa Agha Bozorg (mediados del XIX), una estructura muy extraña porque conserva la que se considera única mezquita del mundo situada en una primera planta. Efectivamente el edificio consiste en un patio porticado a los lados del cual se abren las celdas de los estudiantes. Encima, en la propia terraza se abren los dos iwanes enfrentados, uno de entrada al complejo y otro como portada de la mezquita. El iwan de la mezquita es particularmente hermoso, de ladrillo decorado con azulejos azules con motivos geométricos y enrejados que no llegan a ahogarlo totalmente y dos torres circulares no demasiado altas lo que le proporciona una elegante, por sobria, prestancia. Nos parecieron también particularmente bonitos los frisos de azulejos de los dinteles de la entrada.



medersa1



azulejos de la madrasa agha bozorgh de kashan



el iwan de la medersa agha bozorg de kashanmezquitakashan


De la mezquita más antigua de la ciudad, la Masjed-e Jame (siglo XI) no queda prácticamente nada, tan sólo el mihrab y el alminar de ladrillo circular. Buena parte del edificio se ha convertido en un almacén de la parafernalia de la fiesta de la Achura en el que se acumulan, estandartes, tumbas portátiles de Hussein, herramientas para latiguearse la espalda, etc. Por una pequeña propina el sacristán lo abre. Merece la pena. En el patio han colocado recientemente una horripilante escultura perteneciente al estilo candórosico-disneyano que ha invadido el mundo, especialmente el oriental, en el último medio siglo. Se trata de uno de los iconos más sagrados para los chiítas, Zuljina, el caballo de Hussein, al que se representa herido, acribillado de flechas.



caballohussein



Otro edificio religioso interesante es la tumba de Habib ibn-e Musa, el hijo del Séptimo Imán, aunque el lugar es más famoso porque acoge la que fue sencilla tumba de pórfiro negro del shah Abbas I, el embellecedor de Isfahan, y que ahora ha sido cubierta por una espantosa estructura de cemento, según explica la Lonely. Nosotros no pudimos comprobarlo porque estaba en obras, pero sí accedimos al patio desde el que una vez se gozó de una vista fastuosa del iwan principal y la cúpula de ladrillo, vista perfectamente entorpecida hoy en día por una delirante estructura metálica destinada a entoldar el patio para que los fieles no se frían durante los rezos. Más adelante, en Isfahan, pudimos comprobar cómo el patio central de la gran mezquita del Imam, considerada uno de los espacios arquitectónicos más hermosos del mundo había sido entoldado inmisericordemente con el mismo fin, con lo que la increíble belleza del espacio central rodeado por los cuatro fastuosos iwanes quedaba absolutamente anulada.



tumba  del shah abbas I



tumba del shah abbas I



Las huecos que dan al patio están ocupadas por una serie de salas de velatorio familiares en las que se colocan las fotos de los difuntos de toda una familia, sillas, un atril con un Corán y, curiosamente, un reloj de pared. La relación de los chiítas con la muerte es sencillamente aterradora y absolutamente desconocida por los sunnitas. El luto permanente, la representación de la sangre de los mártires, las vistosas bandas de duelo negras que se colocan en las calles donde acaba de morir alguien, así como los miles de retratos de recién muertos con que empapelan las paredes, hacen que pueda encontrarse cierto aire de familia con el catolicismo mediterráneo y suramericano. Aparte de muchos elementos más comunes con los que ya me entretendré más adelante.



velatorioesquela callejera anunciando la muerte de un vecino

Un lugar que nos fascinó fue la antigua fortaleza selyúcida (s. XI), de la que sólo se conserva la muralla, una estructura circular (bueno, decagonal, una vez vista desde el Google Earth, en foto que adjunto) completamente cercada a la que sólo se accede por una abertura en el muro. En su interior, completamente llano, han instalado los lugareños una serie de huertas que prestan una apariencia surreal, onírica, al conjunto. Un camino lleva a uno de los extremos donde se levanta un enorme horno de ladrillos y un accidentado acceso a la parte superior de la ancha muralla desde donde se goza de una excepcional vista del interior completo, de la ciudad y de las cupulitas de los palacetes cercanos. La sensación de soledad es total, pero sobre todo sobrecoge el pensamiento de encontrarnos en un lugar realmente extravagante, como soñado por un alucinado diseñador de decorados para filmes fantásticos o videojuegos mágico-medievales.





fortaleza



fortaleza2



fortaleza3



ÍNDICE DEL VIAJE A IRÁN:

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Contra el terrorismo educación vial

señal kairouan1


El Mumtazilísimo Ayuntamiento de Kairouan (Túnez) está probando un sistema revolucionario (en el buen sentido de la palabra) para evitar el terrorismo en su término municipal. Mediante la instalación de señales de tráfico que prohíben explosionar coches bomba en las aceras se asegura de que al menos los terroristas que conozcan el código de circulación se lo piensen dos veces antes de hacerlo. La cuantía de las multas a los infractores no se ha dado a conocer, pero por la efectividad demostrada hasta ahora por las señales deben ser cuantiosa.


señal kairouan

Avenida de entrada a Kairouan. La torre que se ve al fondo pertenece a la mezquita del Barbero del Profeta (y no es coña).

martes, 16 de diciembre de 2008

Los impunes saqueos franquistas

Niño con liebreLa noticia de la subasta de una preciosa escultura romana, Niño con Liebre, del siglo III dd.C procedente del saqueo del yacimiento romano de la Casa de Mitra de Cabra (Córdoba) en manos de la familia del difunto falangista José Solís, atroz ministro del criminal régimen franquista, no habla de otra cosa sino de la indigerible impunidad de que siguen gozando los asesinos y sus herederos en este absurdo país.

Un saqueador de yacimientos arqueológicos roba una pieza, se la regala a un político fascista que en ese momento es ministro del régimen y al cabo de los años los herederos del beneficiado por el robo pueden impunemente venderlo en pública subasta. En este país no es que sea necesaria una Ley de la Memoria Histórica, sino un Nuremberg en condiciones.

Si los judíos han podido reclamar los bienes robados por los nazis cómo los españoles no podemos reclamar lo robado por los franquistas, sus iguales políticos, éticos y criminales. El caso del Pazo de Meirás en manos aún de la familia del Caudillo Canalla, es un ejemplo que debería avergonzar a los redactores de leyes de este país.

Lo más absurdo de todo es que el mismo pueblo, Cabra, cuyos políticos reclaman con mil aspavientos ahora la escultura robada a su patrimonio por el que fuera ministro falangista e hijo insigne del mismo, le mantiene el nombre en su calle principal y una estatua en el parque más hermoso de la provincia. De una estupidez supina. Si no fuera porque el patrimonio histórico y artístico tampoco le pertenece a ellos, sino a toda la humanidad, igual habría que determinar que realmente lo tienen bien merecido.



ADDENDUM (22/12/08)

Leo hoy en El País una crónica de Fernando Santiago sobre otro latrocinio franquista impune en Andalucía: el del inmenso chalet que las ilegales autoridades gaditanas de la época entregaron al general Valera, uno de los peores elementos entre la panda de canallas que perpetraron el genocidio franquista. Al que por cierto el Ayuntamiento de Córdoba, regido por la Izquierda Unida de Rosa Aguilar y PSOE, le sigue manteniendo a día de hoy una placa de glorificación en la céntrica plaza de El Realejo.


EL GENERAL BILAUREADO



ADDENDUM (07/01/09)

Cabra reclama una escultura romana a la familia Solís

lunes, 15 de diciembre de 2008

ABYANEH (KASHAN), EN LA ALPUJARRA IRANÍ

FICHA TÉCNICA DEL VIAJE





Salir de Teheran fue sumamente fácil. Un taxi parado en la puerta del hotel nos cobró 50.000 (3’50 €) por acercarnos a la estación sur. Lejos, realmente lejos, aunque en el plano no lo parecía, lo que nos llevó a regatear infructuosamente con el conductor. Allí nos esperaba, literalmente, el autobús para Kashan, la siguiente ciudad de nuestro periplo. La elegimos por su cercanía, eludiendo Qom, la más integrista de las ciudades iraníes, sólo en principio por no pegarnos un temprano atracón de mullahs y al final definitivamente. Llegamos atardeciendo y nos dirijimos directamente en un taxi desde la estación de buses de las afueras al hotel que recomendaba la Lonely Planet., el Khan-e Ehsan, llevado por una especie de mecenas de las artes local. Situado en pleno dédalo de callejas, con sus muros de adobe tradicionales y su patio típico iraní, nos enamoró al primer vistazo. Lástima que estuviera lleno. Es jueves, víspera de viernes, fiesta, nos dijo el recepcionista, un tipo muy simpático. Chungo para buscar hotel en una ciudad que carece vistosamente de ellos. Los hoteles suelen llenarse todos los viernes del año. La alternativa era el Sayyah. Durante dos horas nos tuvo en vilo el recepcionista hasta que nos confirmó que se había descolgado una de las reservas. Un hotel simple, pero limpio, con un ordenador conectado a internet en la planta baja. 30 € con un rico desayuno a base de blando pan iraní. Lo mejor, el restaurante adjunto donde servían unos deliciosos kebabs. Lo malo es que no servían otra cosa y pronto descubriríamos que era la tónica en todo el país. Frente al hotel, un modesto fast food servía unos bocatas de carne, pollo o cordero, y unas magníficas versiones locales de pizza que completaron cotidianamente nuestro menú. La cocacola, tanto la original (parece mentira, con el bloqueazo a que los someten los yanquis) como la nacional (Zam Zam Cola), no tenían nada que envidiar a la española, con un punto de dulzor, al contrario que en la mayoría de los países de la zona, razonable. Pero el gran descubrimiento (el mío, puesto que C. odia los gazpachos) en una de las cenas fue el dugh. Una bebida fabricada con yogurt líquido carbonatado naturalmente, salado y aliñado con hojas de menta. El grado de acritud depende de las ciudades, en cada una de las cuales existen embotelladoras adaptadas al gusto local. La más fuerte que encontré fue precisamente la versión de Kashan, donde lo descubrí, con el punto agrio más fuerte, lo que hizo que las siguientes, una vez que me convertí en adicto compulsivo, me parecieran realmente lights. Más adelante descubrí en muy contados restaurantes la versión casera, que se presentaba en enormes jarras y de una calidad muy superior a sus parientes embotelladas. Los iraníes lo beben en las comidas por litros, aunque existe una botella de medio, y lo normal es ver a un comensal trasegando kebabs acompañados por una botella de litro y medio, la misma que se usa para el agua mineral. Yo que soy un colgado de los lácteos tratados lo encontré mucho más rico que sus parientes el lassi indio o el ayran turco, probablemente por el punto carbonatado del que éstos carecen. En esta página he encontrado una receta en la que, a pesar de su claridad, echo de menos la explicación de cómo se consigue el punto más o menos agrio.



Tras la cena en el Sayyah salimos a dar una vuelta. La ciudad tiene una forma aproximadamente cuadrada y está perfectamente dividida por una cruz central que forman los dos grandes avenidas que la atraviesan y que se cruzan en la plaza Kamal-ol-Molk, quedando los cuadriláteros menores formados por intrincados laberintos de callejas, en las que las casas, de compactos muros de adobe, carecen prácticamente de otras aberturas o adornos que las sencillas puertas de entrada y algún estrecho ventanuco. Se trata de una típica ciudad del desierto, la primera del rosario que conformaban la Ruta de la Seda iraní. Su referente mayor es Yazd, con quien, como más tarde descubriríamos, comparte un enorme parecido.

Su bazar es rectilíneo y atraviesa completamente uno de los cuadriláteros menores en una longitud de algo más de un kilómetro con salida a escasos 100 mts. de nuestro hotel. Como todos los que visitamos a lo largo del viaje es muy animado, pero diferenciado de aquellos por su absoluta carencia de tiendas de parafernalia turística. Cubierto, con las bóvedas de ladrillo enfoscado, las tiendas se suceden interminablemente entre alguna mezquita interior, alguna tumba de santón, antiguos caravanserrallos y un precioso antiguo baño convertido en café, desgraciadamente en obras. A la salida fuimos capturados por Mohammed, uno de los escasos guías de la ciudad, con quien la casualidad, su agudo olfato, o tal vez su acceso a información privilegiada, hizo que nos topáramos. En esta ciudad, la necesidad de un guía se asimila prácticamente a la necesidad de un medio de transporte para ir a Abyaneh, un típico y pequeño pueblo de adobe situado a unos 60 Kmts de Kashan. Después de las primeras y efusivas bienvenidas, preguntas sobre lo que nos parecía el país y sus inevitables, y al final muy cansinas, ristras de cachufletas cazaturistas en español (Madrí me mata, hola-hola coca-cola, aquí más barato que en el Cortinglé, etc.), señal de que había andado con más turistas patrios de los saludables, entró de lleno en la oferta, razonable de entrada (10 € por persona), por otra parte: llevarnos al pueblo en su coche, visita de unas tres horas y vuelta a Kashan.



Al día siguiente se presentó con su coche, su mujer y otro guiri, neozelandés, y partimos alegremente por una recta carretera bordeada de desierto. Mohammed fue el primer iraní con el que pudimos hablar un poco más largamente que con los recepcionistas de hotel o camareros, y aunque era sumamente dicharachero y cantarín, no se prestó en absoluto a ser interrogado sobre nada que pudiera mínimamente comprometerlo. Su mujer, que no hablaba inglés, pero que lo tenía absolutamente pillado, se hacía traducir al persa cualquier frase que dentro del coche se pronunciara. El neozelandés también intentó infructuosamente ordeñar la fuente de información que el destino nos brindaba y que por otra parte habíamos pagado, ya que en el lote iba incluido tanto su pericia como taxista como sus dotes como guía turístico. Pero Mohammed estaba más interesado en que yo le enseñara palabras y expresiones en español que cualquier otra cosa, con la excusa de que los españoles éramos sus clientes favoritos. Así que, para aburrimiento del angloparlante compañero, durante casi todo el trayecto intercambiamos pequeños trucos de nuestras respectivas lenguas, porque desde luego yo no me iba a dejar saquear gratis, así que con él pude practicar mis recién adquiridos conocimientos de persa proporcionados por el maravilloso curso Pimsleur que me bajé de la red, a cambio de contribuir más que a una laudable propagación de la lengua de Cervantes al censurable incremento de su ya vasta colección de gilipolleces carpetovetónicas. Entre otras lo de Ayatola no me toques la pirola, que lo hizo particularmente feliz. Seguro que con ella captura a algunos españolitos más.

Nos contó además que habíamos tenido suerte de que ese día fuera viernes, ya que al ser fiesta él no trabajaba (lo hacía en una de las casas-museo históricas que se visitaban en la ciudad) y lo podía dedicar a sacarse un sobresueldo con lo que nosotros podíamos gozar de la magnífica oportunidad de disfrutar de sus servicios. El hecho de que era viernes lo pudimos también comprobar nada más llegar a la entrada del pueblo, en cuyas cunetas se desparramaban varias decenas de coches particulares y algunos autobuses turísticos locales. El pueblo, muy bonito y muy famoso por su tipismo era una atracción también para la población de las zonas circundantes, que se había autoconvocado masivamente para convertir las escasas callejuelas visitables en una auténtica feria. Pero al menos era de agradecer que todos los demás turistas que encontramos fueran todos iraníes, lo que no acababa de desentonar del todo con el ambiente. El pueblo se encarama ásperamente en una loma y está constituido por unas muy típicas casas de adobe, aunque sólo se encuentran habitadas, o más bien rehabilitadas, las dos primeras calles, lo que le da un poco un aspecto de decorado. Una vez paseadas las dos calles, ante la intención de subir hacia la parte alta, la mujer de Mohammed opuso una sorda resistencia, que desoímos visiblemente, señalándose los inadecuados zapatos de tacón que calzaba, pero nada más comenzar la escalada tanto el neozelandés como nosotros decidimos renunciar ante el patente estado de ruina total que presentaba el resto del pueblo. Las explicaciones de Mohammed no fueron demasiado interesantes, pero su vitalidad y su alegría nos hicieron pasar una mañana muy agradable.


Muhammed y señora


Atasco a la entrada del pueblo


Aby-aneh pea-to-naaal!


Una feria


Aparte del propio pueblo la atracción turística de Abyaneh lo constituye el típico atavío de sus mujeres, una especie de chador blanco estampado de florecillas rojas que pudimos contemplar sobre todo en las postales que se vendían por todo el pueblo, en tanto mujeres-mujeres ataviadas típicamente sólo pudimos ver, y de lejos, una que tiraba penosamente del ronzal de un burro. Quizás, ante la avalancha de turistas armados de móviles con cámaras dispuestos a dispararles inmisericordemente, las buenas señoras decidieran quedarse por un día en sus casas en pijama. En esta magnífica colección de fotos de Irán de un viajero al que sigo podéis encontrar fotos de las célebres féminas debidamente ataviadas. Seguro que fue un lunes. Además es una tradición el que existan dos llamadores distintos en cada puerta del pueblo, uno para los hombres y otro para la mujeres, así no hay peligro de que éstas puedan abrir por descuido sin velo y algún hombre les vea... el moño. El masculino tiene la forma que le corresponde y el femenino... pues también.


La única mujer típica del pueblo


Uno pa los chicos y otro pa las chicas


A lo que sí pudimos asistir fue al curioso espectáculo de una sesión del deporte nacional iraní: el picnic, al que dedicaré unas líneas más adelante. En Abyaneh, varias docenas de familias venidas de fuera, algunas, según nos dijo Mohammed, incluso provinentes de Isfahan, se habían instalado con sus tiendas de campaña, sus mantas en el suelo, sus campingás, sus teteras y sus taperweres desde el día anterior en un llano de las afueras del pueblo, formando una curiosa estampa que los otros turistas de jornada única, nosotros entre ellos, se apresuraron a tomar como un espectáculo digno de ser inmortalizado con sus objetivos.


El deporte nacional iraní: el picnic


El fúmbol español me persigue sin piedad


Al ser nosotros los únicos turistas occidentales fuimos lógicamente objeto de innumerables saludos e incluso de interrogatorios acerca de nuestras impresiones del país por parte de los que chapurreaban inglés. El neozelandés fue incluso requerido a que les tomara la lección a un trío de osadas jovencitas a lo que accedió gustoso.


La clase de inglés


Tras el té a que nos invitaron Mohammed y señora y que llevaban en un termo en el maletero del coche regresamos a Kashan. Durante la vuelta mostraron su profunda extrañeza al enterarse de que ni el neozelandés ni nosotros poseíamos coche en nuestros respectivos países, cuando, evidentemente, contábamos con los posibles para ello. Ellos estaban deseando juntar los suficientes para cambiar el no demasiado viejo en el que nos llevaban por otro mejor. Nuestra explicación de que realmente no lo necesitábamos no los convenció lo más mínimo. Creo que nos consideraron unos locos irresponsables por descuidar de esa manera el sagrado deber de hacer ostentación de nuestro status.

El resto del día en Kashan la pasamos viendo alguna mezquita y asombrándonos de lo aburrida que puede llegar a ser una ciudad iraní un viernes por la tarde. El bazar completamente vacío, lo que nos permitió volver asentir la sensación de extrañeza que ya percibimos en el de Teherán, y la ausencia total de locales de esparcimiento, cafés, casas de té, restaurantes... Nada. Una grisura total. Cena temprana en la bocadillería frontera al hotel y a leer en la cama, una de las actividades que se nos revelaron más normales tras una cena en Irán.


El bazar de Kashan un viernes



ÍNDICE DEL VIAJE A IRÁN: