(del laberinto al treinta)


sábado, 9 de agosto de 2008

Pruebas de la in/existencia de Dios

The Eye of God de David Burliuk


Aunque soy decididamente ateo me gusta buscar esas pruebas de la existencia de Dios que los teos suelen encontrar en la naturaleza. No ya el típico algo tiene que haber, que no denota esfuerzo intelectual alguno, sino escogidas pruebas contundentes que lleven a la conclusión de que un ser todopoderoso ha creado el mundo siguiendo un diseño inteligente. Así mismo en los ratos en que no puedo hacer otra cosa que pensar, caso de las obligadas y a veces largas sentadas evacuatorias en las que sólo tengo ante mí el triste horizonte de un toallero cromado, me dedico a buscar pruebas de la inexistencia de ese Ser Supremo. Y de todas las que he alcanzado a encontrar me quedo con dos. Una para cada opción.

La prueba de la inexistencia de Dios me surgió lógicamente en una de las inmersiones en los efluvios del vacío momento escatológico frente al toallero y se puede enunciar así: es imposible que un dios diseñador inteligente haya diseñado un cuerpo para los humanos en el que el sexo y el culo están tan cerca o haya hecho confluir en los mismos conductos el placer y la evacuación de desperdicios. Eso es una tremenda cochinada y si fuera así habría que colegir que Dios es un tremendo tacaño o un perfecto cerdo. Porque teniendo en cuenta que el resto del diseño del cuerpo humano no está nada mal para un principiante y que cuenta con superficies de sobra para separar esas funciones, por ejemplo en la enorme y desaprovechada espalda o en toda esa desperdiciada redondez de la barriga que sólo sirve para que contener el triste e inútil ombligo, pudiera deducirse que lo hizo adrede, para gastar una macabra broma al ser que supuestamente construyó a su imagen y semejanza. Que Yahvé, el dios semita de judíos, musulmanes y cristianos, el único verdadero, era un poco cabroncete ya lo sabíamos. Ahí está el pobre Onán al que fulminó con un rayo dejándole el pizarrín convertido en un torreznillo por andar toqueteándoselo, o las pobres Sodoma y Gomorra... Pero que además fuera un perfecto cerdo es excesivo para nuestra comprensión de la divinidad. Porque desde luego Él seguro que no usaría los trastos de follar para mear a continuación, ni tendría que andar con mil cuidados durante toda su vida para no untarse los cojones (en caso de que definitivamente fuera macho) de mierda cada vez que se limpiara el culo. Así que al menos de eso de a su imagen y semejanza, nada. Debió de ser, pues. la evolución natural darwiniana, en uno de sus extraños saltos ahorrativos, la responsable de la tremenda cerdada que supone el que el cagar, el mear y el follar (con sus diferentes variantes imaginativas) concurran en un espacio común tan reducido y expuestos siempre a desagradables interferencias mutuas.

La prueba de la existencia de Dios la sufro de vez en cuando, cada vez que los resortes de mi poder de autocontrol se encasquillan y me quedo corto en el recorrido de la frenada soplando cervezas de manera que acabo chocando inevitablemente con sus consecuencias del día posterior. La resaca no puede ser más que un castigo divino. La ciega evolución darwiniana no pudo prever un mecanismo tan diabólico para hacer desistir a los humanos del consumo de alcohol. Tuvo que ser un Diseñador Inteligente el que creara un estado de malestar tan asqueroso, persistente y resistente, como castigo a los humanos que no fueran capaces de practicar un saludable autocontrol. Porque Dios hizo un fabuloso regalo a la humanidad para compensar la putada de la inteligencia y del libre albedrío: el morapio, en su doble variante de fermentado o destilado. Es como si le hubiera dicho: cuando las angustias vitales inherentes a tu nueva condición de autoconsciente te resulten insoportables, tómate un vasito. O dos. Pero no te pilles una toña porque entonces ya no podrás adorarme y es posible que me faltes al respeto en el fregado o incluso que te cepilles a tus propias hijas, como hizo Noé tras la fiesta postdiluvio. Así que como mecanismo de disuasión creó ex nihilo, como siempre, la resaca. Y como obra divina que es, no hay nada que el hombre pueda hacer para evitarla. Efectivamente, el genio humano que ha conseguido la gran proeza de descubrir las vacunas contra enfermedades mortales y que está muy cerca de la curación de terribles enfermedades como el cáncer y el sida, ha sido absolutamente incapaz de conseguir un remedio para la resaca. Nada: ni pastillas, ni gotas, ni analgésicos, ni yogas orientales... Teniendo en cuenta que sus terribles efectos vienen aquejando a casi todas las culturas desde el invento de la agricultura, es realmente asombroso que ni la antiquísima medicina china, ni las célebres pócimas de los druidas, ni los mayores adelantos de la ciencia médica actual hayan sido capaces de curarla.

Es pues el castigo divino perfecto, el que mejor hace relacionar los conceptos que más fácilmente entendemos los humanos: virtud/premio y culpa/castigo. Otros mecanismos, inventos fácilmente atribuibles a los diferentes ventrílocuos de la divinidad no han sido tan eficientes. El dolor de la culpa por el pecado (remordimiento) no siempre funciona. Existen anestesias psicológicas perfectamente homologadas. Y no hay que ir a buscarlas a la farmacia: las segrega nuestra propia mente. Pero el dolor físico en forma de asqueroso malestar aliñado frecuentemente con las agujetas de la vomitera, de un día o más de duración, por haber pecado con el morapio no lo cura ni Dios mismo que lo inventó. Los propósitos de enmienda y dolor de corazón (y de muchas más vísceras) que los acompañan esos sí que son verdaderos remordimientos.

No sabemos por qué Yahvé permitió a unos hijos que bebieran moderadamente y a otros no. A sus hijos israelitas y a sus descendientes cristianos sólo les prohibió aparte del consumo de determinadas carnes que no adoraran becerros de oro y gilipolleces así, pero nunca les exigió que dejaran de soplar del todo. Consideró que los remordimientos de la resaca serían suficientes para mantenerlos en una moderación moderadamente moderada. En cambio de sus otros hijos, los musulmanes beduinos del desierto, no debió fiarse mucho, bien porque fueran mas resistentes o bien porque eran de naturaleza más inmoderada. Nunca sabremos hasta dónde habría llegado el Islam si sólo hubieran tenido el freno de la resaca para impedirles pasarse el día borrachos como cosacos. Porque los cosacos tienen la excusa del frío, pero los beduinos del desierto...

Y yo ya voy por el segundo día. Esto ya no es una resaca, sino ¡¡¡una convalescencia!!! Aaaaagggggg....



miércoles, 6 de agosto de 2008

TIRO A LA NUCA ¿DEPORTE OLÍMPICO?



El COCH(ino) (Comité Olímpico Chino) ha visto frustradas sus expectativas de que el COI (Comité Olímpico Internacional) admita como deporte olímpico el tradicional tiro a la nuca, del que se considera poseedor del mejor equipo del mundo. Es una injusticia: nuestros muchachos llevan muchos años entrenándose con los condenados a muerte y han conseguido una puntería imbatible, ha declarado Ching Pang Pung, el entrenador del equipo militar de tiradores a la nuca. Además se trata de una práctica tradicional del estado chino. Pang Pung añadió contemporizador que si la causa de la negativa del COI se debe al tema de los derechos humanos estarían dispuesto incluso a que se celebraran la competiciones usando maniquíes con bolsas de pintura roja en su interior, en lugar de los blancos reales que usan normalmente.

No es aún el momento, ha declarado por su parte el Presidente del COI, China jugaría con ventaja hasta que los demás estados pudieran ponerse a su mismo nivel de práctica.

Para promocionarlo y mientras duren los JJOO de Beijing, el COCH ha a organizado una magna exposición de fotografías de los entrenamientos y las competiciones de tiro en la nuca que se vienen celebrando en China desde sus orígenes como estado moderno.


lunes, 4 de agosto de 2008

Más calor, más blues


Mi amigo Miroslav me visita y me comenta su amor por el blues. Le devuelvo la visita y me encuentro un par de fastuosas entradas que ha confeccionado este fin de semana a cuenta de la música de su juventud. El calor, dice, pero yo sé que es la incontinencia. Bendita, desde luego. Le han reprochado alguna vez la longitud de sus exposiciones, reproches que afortunadamente ha rebotado con una sonrisa. Yo lo leo siempre, aunque a veces tenga que sacar tiempo de donde no tengo. Y los debates que generan sus post en los comentarios son siempre interesantes, y en ocasiones apasionantes.

Así que me animo a reincidir. El blues que dediqué a C. no era tal, sino un rock and roll, pero yo lo considero blues porque el sentimiento es de blues, y la voz, y el duende. Ahora cuelgo un auténtico blues, el muy cochino Hoochie Coochie Man, uno de mis preferidos de todos los tiempos, mil veces versionado, y a veces perversionado, como puede comprobar quien pique en la entrada que le dedica la Wikipedia. Compuesto en 1954 por Willie Dixon y convertido en un gran éxito de Muddy Waters, la última versión importante, aparte de la reciente de Perkins, claro, fue la de Clapton en su impresionante trabajo From The Cradle. Cuando la escuches piensa que Pinetop Perkins tiene 95 años. Pero no sólo eso.

También de Willie Dixon otro de mis blues favoritos, el lamento por el gallito rojo que se perdió por los polvorientos caminos del sur: Little red rooster. Esta versión es la de los Yardbirds, cuando hacía tiempo que habían sido abandonados por Clapton. Nunca supe quién cantaba este tema, pero desde luego no creo que fuera un chico blanco de clase media. En el YOUTUBE se puede encontrar ESTA VERSIÓN de unos Rollings recién salidos de la primera comunión. Pero ya hechos y derechos.