(del laberinto al treinta)


domingo, 20 de mayo de 2018

La Feria del Mal Fario

SOLEMNE TRASLADO DE LAS MIASMAS SEPULCRALES DEL CEMENTERIO DE LA SALUD AL REAL DE LA FERIA

Hoy sábado, primero de la Feria, ha tenido lugar un acto, supuestamente festivo, que da realmente la medida de la profundidad del pozo de reaccionarismo en el que nadan las manifestaciones folklokulturales oficiales en esta ciudad. Córdoba, me refiero a Córdoba, amigo o amiga, por si no sabes desde donde escribo. Hace cinco a seis años a una momia de las muchas que gestionan con paso oscilante y brazos tiesos los destinos culturales de esta ciudad, concretamente una que cortijea en los museos municipales, le rezumó de su casposa entrepierna "resucitar" –cosa de zombis, claro, esa de “resucitar”– una tradición veterofolklotestamentaria de dudosa legitimidad: la de reenlazar cultualmente el origen de la feria –del ganado, como todas– de la ciudad, casualmente –que no causalmente– con el mundo posmoderno en el que se desarrolla actualmente. No debió esforzarse mucho para convencer a la sociedad folklofriki cordobesa que ramonea su ocio en el casino ese de la Amistad para que uniera la voluntad de sus entrepiernas con la de la suya propia en una portentosa confluencia de caspa genital capaz de construir inveteradas tradiciones de birlibirloque.

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No voy a entrar en el sentido o no sentido religioso de esta feria que es cosa ya superada: la feria, como todas, aprovecha una festividad religiosa –obligatoria, como todas– para celebrarse, porque alguna hay que aprovechar, pero no es la festividad religiosa en sí, por mucho que la carcunda católica local quiera vincularla esencialmente y hayan rescatado el viejo nombre del avatar de la madre del dios de los católicos correspondiente a aquella, en este caso el de Virgen de la Salud. Se trata de un culto inventado por agricultores y tratantes por la necesidad de crear una feria en la Puerta de Sevilla. Se “descubre” una imagen supuestamente enterrada, se le achacan un par de milagritos, se le construye una ermita y se celebra una feria en su honor. Las autoridades no tienen más remedio que aceptar el hecho consumado. A principios del XIX la feria se desvincula físicamente de la ermita y se traslada a la Puerta Gallegos y en los terrenos traseros a la ermita los franceses, que vinieron a traernos la Ilustración, ordenan construir un cementerio para sacarnos de la mugre moral en que nos mantenía la monarquía absolutista borbónica y su perra guardiana, la Iglesia Católica. La respuesta fue echarlos a golpes de trabuco y navaja, pero, ya que estaba hecho, el cementerio persistió en su uso con su ermita delante. Y de paso sirvió de cachondeo fino para todo ciudadano del universo que escuchara aquello de Cementerio de la Salud.

El caso es que esa reciente confluencia de voluntades de entrepierna, esa Unidad de Destino en lo Casposal, consiguió del Ayuntamiento –por entonces en manos de los nacionalcatólicos PPeros, pero hubiera dado igual porque los de la izmierda local hubieran acabado escupiendo igualmente pelillos, permiso para enlazar de nuevo físicamente ambas cosas, la feria posmoderna y el culto católico jurásico olvidado.

Así que desde hará unos cuatro o cinco años los pseudoseñoritos del casino Círculo de la Amistad, los pescuezoacaracolillados de la Ecuestre y se supone que la momia de los museos vienen montando una festolina folklofriki consistente en una procesión de caballistas que el primer día de feria conduce solemnemente y dejando el correspondiente reguero de apestosos cagajones por las calles, un apolillado pendón alusivo al avatar virginal que lo patrocina desde el cementerio donde se guarda todo el año acumulando miasmas mortuorias hasta el Real de la Feria, desde donde se expandirán por todo el espacio festivo.

Una verdadera macabrada, una genuina convocatoria de malafollá, un auténtico acto de invocación del mal fario que cualquier año va a tener los efectos propios de estas cosas de mezclar las cosas de los muertos con las de los vivos y va a dar lugar a una desgracia mu gorda.

Yo por si acaso y mientras esa ceremonia siniestra tenga lugar no pienso pisar la feria.

NECRONOMICÓN. VAJÍO. ESPELUZNAMIENTO. MAL FARIO. ¡LAGARTO! ¡LAGARTO!

Para completar la siniestrada este año la misa en la ermita la dictó un cura de la saga caciquil de los Cruz Conde, que tanto que ver tuvieron con los fusilamientos de varios miles de cordobeses republicanos en las tapias de ese mismo cementerio.