(del laberinto al treinta)


viernes, 9 de septiembre de 2011

Al carnero cofrade no le gusta El Caimán

El carnero cofrade arañó primero con las pezuñas el suelo del santuario y lanzó después su violenta trompada. Preparada minuciosamente a lo largo de muchos años de rencor rumiado y mala leche convertida ya en requesón cuarteado, cuando le llegó el momento acertó de pleno en su arremetida. El Cofrade Rencoroso II llevaba 30 años aguantando las ganas de cagarse en toa la jeta de los laicistas de esta ciudad que habían contribuido a convertir una fiesta que él consideraba, como todas, de exclusiva propiedad de la muy privada secta católica, apostólica y romana en un modelo lúdico festivo de respeto a todas las tendencias y sensibilidades que conviven en la ciudad. Porque con la normalización de la libertad de pensamiento consagrada en las Constituciones de las democracias representativas europeas y el fin de la era preindustrial, desvinculados ya los ritos de paso de sus correlatos originales, había llegado el momento de pasar la página del libro de la historia en la que desde hace un milenio y medio el monopolio de la festividad social ritualizada y la gestión de la tradición, correspondientes a los ciclos meteorológicos de la actividad humana y a la necesidad de comprensión de la Naturaleza propia de todas las culturas desde el Paleolítico, había permanecido en las exclusivas manos de la Iglesia Católica que asimiló, absorvió y usurpó la representatividad de todos y cada uno de los ritos asociados a esos ciclos vitales. A sangre y fuego cuando fue preciso, que fue casi siempre. El último episodio fue el secuestro de la fiesta de reinvindicación de la clase trabajadora del 1 de Mayo y su milagrosa conversión en la festividad de un santo recién inventado: san José Obrero.

Pero los fundamentalistas católicos como nuestro pregonero narcocofrade no se resignan a renunciar a ese monopolio y a consensuar con quienes, cada vez más, no comulgan con sus dogmas, ni con sus credulidades ni con sus liturgias. Por eso trompó con todas sus fuerzas ninguneando el nombre del símbolo integrador de esa fiesta consensuada desde hace años por los ciudadanos de esta ciudad y trocándolo por una definición de intención ultrajante. El carnero-ariete Tafur tan sólo hizo una referencia en su emético pregón a ese símbolo, el Caimán, el entrañable Caimán de la Fuensanta, unificador de voluntades de convivencia festiva entre creyentes y no creyentes, entre concepciones del mundo diversas con la buena voluntad como tejido conjuntivo, para llamarlo simplemente el reptil disecado y permitirse el chiste de que en la comparación (suya, de su infancia) poca justicia hacía a los cocodrilos del cine. Ambos, definición y chiste, en circunstancias normales inocuos para los que practicamos una sana y ponderada iconoclastia, en la orodentada boca de este individuo se convierten en fuego graneado contra la línea de flotación del barco de la convivencia ciudadana. El equivalente sería que un pregonero de los que le precedieron hubiera llamado a la Virgen de la Fuensanta esa Muñequita Pérez amueblada que poca justicia hacía a las novias bereberes que son su modelo. Escándalo mayúsculo asegurado. La diferencia está en la sacralidad de las simbologías, eso que tan bien estudió Mircea Eliade (Lo sagrado y lo profano). Los fundamentalistas creyentes tienen derecho a la inmunidad sarcástica de su creencia en la posibilidad de suspensión temporal de las leyes naturales por un plus añadido de sacralidad de que gozan sus símbolos y que nadie sabe quién gestiona, en tanto para los incrédulos no hay inmunidad posible por simple y pura renuncia voluntaria a ese plus de sacralidad precisamente porque no es gestionada por ninguna instancia humana consensuada.

Mientras trompaba contra el laicismo el carnero yihadista debía sentirse henchido de satisfacción sabiendo que afuera del espacio privado en el que se había recluido ilegitimamente una ceremonia jurídicamente pública, 300 vecinos vociferaban su indignación por el desalojo que de la gestión de sus propias fiestas habían sido condenados por los suyos, los nuevos munícipes del la Real, Muy Venerable y Sacrosanta Hermandad y Cofradía del Ayuntamiento de Córdoba en sus Misterios Ominosos, cuyo hermano mayor es el reaccionario concejal de festejos fray Rafalito Jaén. Y que un escuadrón de antidisturbios y municipales los mantenía a raya fuera del espacio de la plaza tratándolos como delincuentes. Al primer amago de repartir hostias que hicieron los uniformados cancerberos de las autoridades y meapilas muchos de los vecinos que llevaban niños o tenían una edad se retiraron prudentemente conocedores de cómo se las gastan cuando de laicistas e indignados se trata. El video de la chica hostiada por un guardián del orden público no ha dejado dudas en nadie de sus métodos.

Al final quedaron la mitad intentando infructuosamente acceder a la plaza, lo que sólo les fue permitido cuando la engominada comitiva de políticos y meapilas alcanzó sus vehículos privados u oficiales y cuando en el escenario que debía haber sido ocupado por el pregonero se desgañitaba profesionalmente una cantante de copla.






El Acorazado ABC fiel a su línea reaccionaria se ha cebado con la presencia de muchos responsables de Izquierda Unida y alguno del PSOE en la protesta. Por mi parte no les niego el derecho, pero sí me gustaría recordarles a los primeros que durante años han sido cómplices de flagrante rosismo, esa curiosa forma de gobierno de raíz populista que sobrevaloraba indecentemente la importancia de las cofradías, las peñas, el furbo y el taurinismo en detrimento de otras manifestaciones más nutritivas culturalmente hablando con fines estrictamente electoralistas. En el caso del meapilismo de cirio y capirote la Izquierda Unida Rosista concedió tanto a la Agrupación de Hermandades y Cofradías, pero tanto-tanto que ahora el PP se ha visto obligado, para demostrar pasión derechista, a darles TODO-TODO. En cuanto a los manifestantes del PSOE sólo recordarles el desvergonzado ejercicio de sumisión al Farsante de Roma que han escenificado sus mandos en Madrid sin que abrieran la boca para decir NO EN MI NOMBRE y también que la policía que ayer les conculcó el derecho al libre acceso a la plaza pública a ellos mismos fueron mandados por el Delegado de Gobierno, alguien de su propio partido.

Los demás papelones de liar pescao no se portaron demasiado mal e informaron con imparcialidad de los hechos. Sólo en la Hojilla Parroquial, la utilización de una foto trampantojo de una chica en extraño ademán de agredir a un policía pone una nota discordante. La eligieron cuidadosamente. Aparte el plumilla meapilólogo del diario, Francisco Mellado, especialista en melifluas descripciones de ropita de santos y miriñaques virginales en los desfiles de moda cofrades, se retrató en su comentario aludiendo al encauzamiento que el carnero cofrade hizo de la tradición de la Velá. Con lo que nada veladamente da a entender que en la época anterior las aguas de la fiesta habían estado desbordadas. En manos de rojos, masones y ateos, ya se sabe...

Mientras esperamos el inminente Apocalipsis PPero General en la ciudad tendremos que ir acostumbrándonos, entre trinchera y trinchera, al nuevo grito de guerra de los fundamentalistas católicos cordobeses en el poder:




¡¡¡VIVA LA BLANCA GAVIOTA!!!

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